Rolando Garrido: «Sociedades divididas pueden aprender a convivir»

Experto afirma que los conflictos y las crisis en sociedades divididas por décadas, no se resuelven, sino que se transforman, no se terminan; se proyectan hacia nuevos escenarios para que el proceso de construir cultura e infraestructura de paz sea sostenible en el tiempo

Por Wari

20/05/2019

Publicado en

Entrevistas

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Experto afirma que los conflictos y las crisis en sociedades divididas por décadas, no se resuelven, sino que se transforman, no se terminan; se proyectan hacia nuevos escenarios para que el proceso de construir cultura e infraestructura de paz sea sostenible en el tiempo.

Las Sociedades divididas pueden aprender a convivir, pueden aprender de sus conflictos y aproximarse a experiencias dialógicas estratégicas, incluso como necesidad vital, afirma Rolando Garrido Quiroz, presidente ejecutivo del Instituto de Innovación Colaborativa y Diálogo Estratégico (INCIDES). Dada su experiencia en el tema, conversamos sobre los actuales escenarios de conflicto que se dan en América Latina.

-¿Cómo se puede abrir un diálogo en lugares en que por años los actores han estado en confrontación?

-El conocimiento entre los actores, el reconocimiento de la historia que ocurre en un lugar donde existen actores que se confrontan y el aprendizaje que entre ellos surja de sus experiencias de conflicto es clave para abrir un diálogo que, de por sí, implica un proceso, actores, estrategias, historias y escenarios dinámicos y complejos, donde más allá de la voluntad de iniciar un diálogo debe existir una conciencia de que se apertura un proceso no exento de conflictos, crisis, adversidades, quiebres y divergencias de todo tipo.

Pensar que en un diálogo no van a existir problemas de distinto calibre e incumplimientos de compromisos en medio de los avances, es ingenuo y adolece de la necesaria visión estratégica que se requiere para iniciar un diálogo y avanzar en un proceso transformador.

-¿Cuáles son las claves para comenzar un diálogo?

-El potencial transformador de un proceso de diálogo implica que todo objeto (el conflicto en la mira) tiene su reverso y todo reverso de un objeto (la dinámica del conflicto) es dialógico y transformador. Por tanto, ya no se trata del objeto que mirábamos como la historia del conflicto, sino que, a partir de su reverso, se inaugura un proceso de transformaciones de la historia, los actores, las estrategias y los escenarios que dan cuenta de una historia de confrontaciones.

Para que se despliegue el potencial transformador de un proceso de diálogo, la mirada hacia ese objeto tiene que surgir plural y diversificada. Ya no hay una única mirada lineal o plana. Se comienzan a construir unas miradas diversificadas en movimiento, desplazadas de su zona de confort, que acceden al objeto desde distintos puntos de vista.

Los actores del diálogo pueden merodear esa realidad que antes parecía única, estática y objetiva para cualquiera de las partes. Estar dentro y afuera, panóptico y focalizado. Así se construye la poética de la mirada para iniciar diálogos fecundos y transformadores.

-No es utópico. ¿Existen ejemplos en la realidad?

-Para efectos prácticos o éticos, la mirada es una nueva historia por construir de manera colectiva. Para efectos poéticos, entonces se trata de una nueva historia entretejida por los actores, lo que por cierto transforma la estética del conflicto en una visión del presente y del futuro compartido.

A modo de ejemplo, el documental audiovisual que se muestra en el cable “El fin de la ETA (Euskadi Ta Askatasuna)” resulta útil para explicar cómo el esfuerzo y ejercicio de diálogo se erige democrático desde su origen. Dos personas, dos vascos cansados de tanta violencia en Euzkadi y España, toman la decisión de encontrarse en un lugar común, simple, tranquilo, alejado de la confrontación cotidiana. Se trata de un lugar como aparato perceptual fundante de una nueva mirada donde alguien invita y la mesa se comparte.

La casa en el campo así mismo funda una ética, reunirse y dialogar a pesar del exceso de violencia y confrontación propio de la contingencia, pase lo que pase, es decir, no pasar por alto el don de la palabra constructora de una imagen potente de un futuro dialógico, consecuente con la búsqueda activa de la paz, en medio de la violencia, en torno al conflicto y su potencial transformador.

Del lugar del encuentro inicial migran sus actores hacia nuevas misiones, otros lugares de paz y adversidades, conscientes que son portadores de un método más que de unos contenidos, de unas estrategias, más que de un libreto hecho, más allá de los dolores y reivindicaciones propias entre los vascos, se pone en juego lo común, la comunidad y sus propias capacidades de aprendizaje por sobre el horizonte de sus certezas, más abiertos a una ética de la curiosidad, propicios a la exploración, más comprometidos con el hacer comunidad de aprendizaje.

-¿Tiene otros ejemplos que apunten a que es posible el diálogo?

-Una vez, en medio de un curso de postgrado sobre comunicación y resolución de conflictos, un alto oficial del Ejército y asesor comunicacional de Pinochet, cuando éste se encontraba detenido en Londres, me preguntó en un break de la clase ¿Qué se puede hacer frente a esta situación? La respuesta fue otra pregunta. ¿Qué creen ustedes como institución que demanda la sociedad chilena en el marco de esta situación? Luego, por iniciativa del gobierno de turno y por las vías institucionales correspondientes, se inició una mesa de diálogo que duró entre agosto de 1999 y junio de 2000. Uno de los aspectos importantes de esa experiencia fue la metodología empleada.

En esta experiencia de diálogo participaron militares, abogados de derechos humanos, académicos, científicos y líderes religiosos. Al inicio de la mesa de diálogo no hubo saludo de manos entre una abogada de DD.HH. y un brigadier general del Ejército. Al final del proceso, hubo encuentro de manos y miradas firmes y atentas. El potencial transformador del diálogo se abrió para que ese diálogo efectivamente ocurriera más allá de sus resultados, alcances y el contexto adverso en medio de esa experiencia iniciática en Chile.

Al inicio hubo monólogos y creencias arraigadas sobre el origen de la crisis política, quiebre institucional, golpe de Estado y sus consecuencias en materia de violación de los derechos humanos. Hubo razones y convicciones en esos monólogos. Para que de esa experiencia emergieran capacidades dialógicas fueron necesarias facilitaciones de aprendizaje dialógico con su potencial transformador. Sobre este ejemplo histórico, cabe decir que hubo una experiencia de diálogo real, más no se resolvieron los temas que fueron su objeto. Nunca es tarde.

-Noruega ha anunciado su mediación en el conflicto venezolano ¿Es posible el diálogo en un escenario tan convulsionado?

-Hoy en día, vemos la crisis que vive Venezuela y los intentos frustrados de diálogo que han ocurrido. Vemos a una parte de la comunidad internacional tomando partido, al igual como se toma partido internamente entre los venezolanos. Unos en el activismo apoyando la causa de una de las partes y otros derechamente como barra brava alentado estrategias confrontacionales de resolución de conflictos, próximas a la ‘terminación del conflicto’ por la vía de un vencedor. Algunos esperando un nuevo Vietnam, Afganistán o Siria y otros sin medir las consecuencias de sus estrategias confrontacionales en torno a escenarios posibles y probables.

Los conflictos y las crisis en sociedades divididas por décadas, no se resuelven, sino que se transforman, no se terminan, se proyectan hacia nuevos escenarios, nuevos actores, nuevas salidas en plural para que el proceso de construir cultura e infraestructura de paz sea sostenible en el tiempo y no se vuelva a activar cíclicamente ante leves escaramuzas un conflicto resuelto o terminado por la vía confrontacional ganador-perdedor.

Abrir un proceso de diálogo donde se garantice la construcción de cultura e infraestructura de paz sostenible es posible y necesario. En escenarios más complejos que el venezolano ha ocurrido y continúa ocurriendo, incluso en situaciones de beligerantes armados con uso del terrorismo donde la violencia se impuso a nivel de creencias como la solución del conflicto.

Sociedades divididas pueden aprender a convivir, pueden aprender de sus conflictos y aproximarse a experiencias dialógicas estratégicas, incluso como necesidad vital. El diálogo que tiene que abriese en Venezuela es para el aprendizaje de los propios venezolanos, de sus historias, anteriores a Chávez, durante Chávez y post Chávez, por poner un solo hito.

-En relación al conflicto mapuche, ¿cuál es su opinión?

-El potencial transformador del diálogo sea en Venezuela o Chile, a propósito de nuestros temas pendientes como sociedad, entre ellos, la relación del Estado de Chile con sus pueblos originarios, implica conocerse mejor entre los actores, saber qué ha pasado y qué sigue ocurriendo, sin amnesia, con verdad y transparencia.

Comprender mayormente el esfuerzo del reconocimiento de unos con otros, incluyendo el valor de la justicia restaurativa en nuestro siglo XXI, facilita apreciar el aprendizaje transformador que reporta el diálogo cuando este tiene lugar, espacio y tiempo para construir de manera consciente cultura e infraestructura de paz sostenible.

Paihuen’ o ‘estar en paz en un lugar’, como idea o visión que nos regala la cultura mapuche, nos lleva a la simpleza de las cosas, de la vida y de presentes y futuros necesariamente compartidos, sobre todo en tiempos donde se acrecienta la incertidumbre con los efectos aquí y ahora del cambio climático y el impacto que provocan modelos de desarrollo económicos depredadores. 

En la idea de ‘paihuen’ sea en la Araucanía, en un hogar del Sename o en nuestros barrios o hábitat, se nos hace necesario conocernos, reconocernos y aprender que estar en paz en un lugar es una aventura dinámica y compleja, en convivencia con otros y en medio de la naturaleza, que requiere de nuestra mayor muestra de amor, recordando constantemente el potencial trasformador del diálogo en nuestras breves existencias, para que trascienda el sentido de herencia del cual somos potencialmente portadores.

Da lo mismo si el acuerdo de paz no lo firmaron los vascos que se reunían periódicamente en una casa de campo. Ellos representan el potencial transformador del diálogo, constructor de nuevos futuros para su Euzkadi. En ello radica el aprendizaje para Venezuela, nuestra Araucanía o cualquier lugar grande o pequeño en este planeta azul.

Por Aldo Fernández

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