El silencio mediático se hace cómplice en países con gobiernos de derecha

La represión policial es «brutal», sólo si ocurre en Caracas

Lo ideal en el caso de Venezuela es que los grandes medios y agencias internacionales tengan un foco garantizado para su trabajo, lo que es proporcional a tener imágenes de "civiles protestando" siendo "atacados" por las fuerzas del Estado

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Lo ideal en el caso de Venezuela es que los grandes medios y agencias internacionales tengan un foco garantizado para su trabajo, lo que es proporcional a tener imágenes de «civiles protestando» siendo «atacados» por las fuerzas del Estado


Los titulares de la prensa internacional parecieran estar diseñados para publicar exclusivamente noticias negativas sobre la «represión» en Venezuela. La pauta «informativa» es en definitiva, conseguir imágenes y videos que muestren mucha violencia pero que tenga como víctimas a unos «pobres jóvenes hambrientos que luchan por la libertad de su país» y que por ningún motivo son violentos criminales auspiciados y pagados por la extrema derecha para generar un caos social y mediático.

Es decir, bajo ningún concepto alguien que viva fuera de la urbanización Altamira, un pequeño sector de la Gran Caracas que no abarca más de 5 kilómetros cuadrados, puede enterarse de ese detalle, pues lo esencial es siempre hacer ver que los sucesos inducidos que ahí ocurren surgen -supuestamente- de la espontaneidad de una población angustiada y hastiada por la grave crisis económica que sufre el país suramericano.

Entonces, lo ideal en el caso de Venezuela es que los grandes medios y agencias internacionales tengan un foco garantizado para su trabajo, lo que es proporcional a tener imágenes de «civiles protestando», videos de «represión de los cuerpos de seguridad de la dictadura» y notas «informativas» que resalten lo muy, muy, pero muy malo que es el «régimen represor de Nicolás Maduro», su gran maldad y soberbia por no dejar que el poder político caiga en manos del falso «presidente interino» Juan Guaidó, y cómo la «usurpación del poder» ya se encuentra en su «fase final».

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Los carabineros son un sinónimo de represión en Chile. Foto: Web

Así resulta resumido el accionar de las grandes redes corporativas de la información. A medida que se radicaliza la violencia en el foco de Altamira, la presencia de corresponsales extranjeros, videastas, reporteros gráficos, periodistas y documentalistas crece de manera exponencial, al punto que su participación dentro del conflicto los lleva a ser blanco del vandalismo y con ello convertirse también en protagonistas de la historia «represiva y brutal» que se ejecuta en Venezuela.

Sin embargo, la gran mayoría de esas historias están contadas con un sesgo de grandes proporciones. Si bien se muestra que las fuerzas de seguridad y antimotines de Venezuela actúan de acuerdo a lo que refieren las leyes venezolanas en el uso progresivo y proporcional de la fuerza, en ningún momento se cuenta cómo los grupos civiles que «protestan» ejecutan actos vandálicos contra el patrimonio público y privado, como quemar unidades de transporte público, camiones que distribuyen alimentos a la población e intentar invadir una sede militar que se encuentra a menos de 500 metros de los lugares donde se registran los hechos violentos: la Base Aérea Generalísimo Francisco de Miranda, popularmente conocida como «La Carlota».

Y es que mientras esa misma mediática cuenta que en Venezuela «la represión es brutal», en otros países como Francia, por ejemplo, se tratan de silenciar las voces de los miles de manifestantes (chalecos amarillos) que en París y otras ciudades del país europeo protestan desde hace siete meses -octubre de 2018- por el respeto a las reivindicaciones laborales obtenidas en décadas de lucha, contra el alza de la gasolina, contra las políticas conservadoras y los paquetazos económicos neoliberales que ejecuta el gobierno de derecha del presidente Emmanuel Macron.

La represión en Francia ha sido constante en los últimos meses. Foto: Agencias

En la Francia de Macron la represión no es tal y los manifestantes sí son violentos

Las tapas de diarios españoles, vecinos de Francia, dan preferencia a imágenes sobre Venezuela -el bastión que liberó a gran parte del continente americano del yugo y la colonia del Reino Español- sobre las fuertes manifestaciones y la represión armada que ejecutan las fuerzas policiales francesas antes, durante y después de cualquier protesta.

Este 1° de mayo, por ejemplo, en los disturbios registrados en París contra el Gobierno de Macron, al menos 88 personas resultaron detenidas antes de las manifestaciones violentas, por llevar «todo tipo de artefactos incendiarios, objetos que podrían utilizarse como armas u otros instrumentos o prendas para ocultar su propia identidad. Pero las medidas de prevención no lograron evitar los incidentes», explican las agencias EFE y AFP, algo que si sucediera en Venezuela, Nicaragua, Bolivia o Cuba, seguramente se reportaría como una violación al derecho de la protesta, pero cuando se trata de Francia se exalta la labor policial.

Y es que en Caracas y en Managua (Nicaragua), ciudades capitales de países con gobiernos distantes a los intereses de Washington, las escenas de la represión cometidas por las fuerzas de seguridad son parte de los mejores productos conseguidos por los medios, la violencia y el vandalismo que ejecutan los grupos de civiles y encapuchados en las calles son omitidas y siempre las víctimas son los que dan la espalda a la cámara para dejar en el plano principal a los represores.

En España los ataques contra las manifestaciones son una constante. Foto: Agencias

Para ver con mayor claridad lo que realmente sucede en el caso puntual de Caracas, que vuelve a estar en la tendencia más alta de los medios, bastaría con hacer un giro a las cámaras y observar desde la visión de los supuestos represores cómo es la violencia que se genera desde el foco de «las víctimas civiles». También sería ideal hacer recorridos que puedan transmitir de forma simultánea como unas cuadras más arriba o hacia el este y oeste de Altamira, la vida y la cotidianidad transcurren como si nada pasara a unos pocos kilómetros.

De hecho, si se hiciera un trabajo periodístico más objetivo, mientras se cubre el foco de violencia en Altamira, también se podrían transmitir y narrar la cotidianidad en las zonas donde no se ve afectada la tranquilidad de la población, así como también las manifestaciones a favor del Gobierno de Nicolás Maduro y el rechazo a las acciones violentas que ejecuta la extrema derecha.

Y es que si de represión se trata, ninguno de los gobiernos que actualmente repudian la supuesta violencia que emplea el gobierno venezolano a través de su fuerza armada contra «el pueblo», tienen como argumentar que dentro de sus países los manifestantes que salen a las calles a pedir reinvindicaciones y respeto a sus derechos sociales, labores y humanos, no son violentados, privados de libertad, torturados y brutalmente reprimidos.

Mauricio Macri no tiene problemas en ordenar la represión violenta de las protestas en Argentina. Foto: Agencias

Argentina, Chile, Paraguay, Brasil, Perú, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Francia, España, todos países que condenan la represión en Venezuela, son Estados que cuentan con las fuerzas policiales sumamente represivas y brutales. En Colombia no sólo se extermina al manifestante sino que se desaparece, por ejemplo.

Los carabineros en Chile también forman parte de ese lote de fuerzas represivas que a menudo cometen crímenes de lesa humanidad, vulneran la integridad de los ciudadanos y actúan de forma desproporcionada cada vez que pueden.

Igual ocurre en Argentina, donde recientemente decenas de personas fueron apresadas por manifestarse en contra de la intentona golpista en Venezuela que apoya el gobierno de Mauricio Macri.

En España las personas son encarceladas por enviar mensajes contra el Gobierno a través de las redes sociales. En el Ecuador de Lenín Moreno se cierran medios de comunicación que explican la corrupción de su gobierno y las arbitrariedades de su régimen.

Pero todo eso es silenciado por las grandes cadenas mediáticas, que sólo cambian su línea editorial o mejor dicho, tienen un manual de estilo diseñado exclusivamente para Venezuela y casos parecidos.

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